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CRÍTICA: St. Vincent (2014)

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7 estrellas

Título original: ‘St. Vincent’. Año: 2014. Duración: 103 min. País: Estados Unidos. Director: Theodore Melfi. Guión: Theodore Melfi. Fotografía: John Lindley. Música: Theodore Sapiro. Reparto: Bill Murray, Melissa McCarthy, Naomi Watts, Chris O’Dowd, Jaeden Lieberher. Productora: The Weinstein Company. Género: Comedia/Drama. Estreno (Estados Unidos): 17/10/2014. Estreno (España): 12/12/2014.

“Los santos son seres humanos que celebramos por su compromiso y dedicación a los demás seres humanos”. Esta frase dicha por el hermano Geraghty (Chris O’Dowd), profesor del joven Oliver (Jaeden Lieberher), no parece encajar de inicio con la forma de ser de Vincent McKenna (Bill Murray), un viejo cascarrabias que vive solo con su gato al que no le gusta la gente y a la gente no le gusta él, un hombre además con unas rutinas poco recomendables como beber en exceso, apostar demasiado dinero en las carreras de caballos o visitar asiduamente clubs de striptease. La llegada del pequeño Oliver junto con su madre Maggie (Melissa McCarthy) a la casa de al lado modifica de manera substancial la vida de ese viejo gruñón, sobre todo en el momento en el que tiene que hacer de niñero improvisado del chico.

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Theodore Melfi debuta en la dirección de un largometraje con ‘St. Vincent’, un filme que transita entre la comedia y el drama sentimental de una manera muy cuidada y estudiada de modo que el espectador pasa y experimenta diferentes estados ánimo durante su visionado para dejar al final una sensacional agradable. El objetivo que tiene el director es profundizar más allá de los muchos defectos de Vincent para conocer quién es verdaderamente este personaje engreído y soberbio, porque, como sucede en la vida real, las apariencias muchas veces engañan. La presencia de Oliver es fundamental para averiguar más sobre Vincent y sus desaconsejables hábitos. Como cabe esperar, la relación entre ambos se estrecha y pese a no ser un canguro ideal, Vincent poco a poco se muestra de manera involuntaria como una figura paternal, un hombre que pese a sus innumerables carencias es capaz de enseñarle a Oliver a ser mejor. Una alternativa al padre que apenas ve y que quiere apartarlo de su madre que trabaja en el hospital hasta tarde con tal de ganar lo suficiente para poder llevar una vida lo más normal posible. Vincent es el núcleo del filme, pero los personajes que lo rodean también están lo suficientemente desarrollados para poderlos entender, porque esta película trata (y dedica bastante tiempo) en conocer y entender los comportamientos de sus personajes y lo logra con suma sencillez para conseguir una empatización con el espectador.

El tratamiento de los personajes minimiza y enmascara las deficiencias de la propia historia, un argumento que ya está visto con anterioridad y que destaca por ser corriente e incluso predecible, pero al contrario de Vincent, la película sí tiene un caballo ganador y ese no es otro que Bill Murray. Hay que retroceder bastantes años en la filmografía del actor para encontrar un papel suyo tan importante y tan bueno como el que tiene en ‘St. Vincent’. No sólo logra hacer una gran interpretación gracias al gran carisma que le ha caracterizado siempre, sino que también hace mejor a la película y a los actores y actrices que interactúan con él. A Murray se le ha conocido por su faceta de actor cómico en la gran parte de su carrera, pero también ha sabido adaptarse a las comedias dramáticas como ‘Life Aquatic’ o en filmes más cercanos al drama pese a sus momentos cómicos como Lost in translation’. En ‘St. Vincent’ esos dos géneros antagónicos unidos y mezclados funcionan como si se tratara de una balanza conforme se van conociendo con más detalle a los personajes. Maggie, Oliver y el propio Vincent pueden definirse como unos personajes que se mueven entre la desgracia. Ella hace malabares laborales para poder comenzar una nueva vida con su hijo en pleno proceso de divorcio, la complexión y mentalidad débil de Oliver le acarrean inicialmente problemas con algunos compañeros de clase y Vincent vive de manera amargada e infeliz por sus propios problemas personales. La exploración de estas personas poco afortunadas deriva irremediablemente al drama, pero la mayoría de las veces acompañados de unas agradecidas secuencias cómicas capitaneadas o iniciadas por el propio Murray.

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La química del veterano actor con el resto del reparto, sobre todo con el joven y debutante Jaeden Lieberher, es muy notable. Pero si bien Murray se muestra como pez en el agua (incluso en los créditos finales), también merecen comentario las interpretaciones de las dos actrices que lo acompañan y que se distancian de sus habituales papeles. Melissa McCarthy deja a un lado su comicidad para enfrentarse a un papel dramático, ella es justamente la protagonista de una de las escenas más emotivas del filme. En el otro extremo se encuentra Naomi Watts en el papel de Daka, una prostituta rusa (o una ‘dama de la noche’ como diría Oliver) que aparte de satisfacer sexualmente a Vincent, le sirve de apoyo y de consejero en los momentos más delicados.

Las grandes diferencias entre esas personas no evita que se unan en busca de la redención y la felicidad para vivir de la mejor manera posible. ‘St. Vincent’ oscila entre la comedia y el drama para contar una historia construida a partir de sus particulares personajes y que confirma una vez más a Bill Murray como el gran actor que es. Santificado sea tu nombre, Bill.

Sergio Montesinos 


Tagged: Bill Murray, Chris O'Dowd, Jaeden Lieberher, Melissa McCarthy, Naomi Watts

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