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L’ALTERNATIVA – Día 1 (Inauguración)

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Barcelona es una ciudad a la que le gusta acoger festivales de cine. El número de certámenes es bastante considerable que destacan por su gran variedad de propuestas, algunos como el Americana Film Fest se han estrenado este 2014 y el D’Autor ha celebrado su cuarta edición, pero también se encuentran otros más veteranos como el In-Edit con 12, el DocsBarcelona con 17 y la Mostra internacional de films de dones que ya lleva 22 ediciones. Entre todos estos certámenes se encuentra uno que este año celebra su 21ª edición, L’Alternativa, un festival que se ha caracterizado todos estos años por apostar por un cine independiente alejado de las salas comerciales que permite descubrir directores emergentes que más allá de apostar por la sección oficial con largometrajes y cortometrajes también ofrece diferentes actividades relacionadas con el mundo audiovisual. De las secciones más reconocidas se encuentra L’Alternativa Paralelas, que busca homenajear a directores consagrados pero con filmografías no demasiado conocidas. En esta edición el festival le ha dedicado esta sección a Anne-Marie Miéville y Djibril Diop Mambéty, justamente ‘Touki Bouki’, el primer largometraje de este último, ha sido el encargado de inaugurar esta 21ª edición.

Sin tener una filmografía muy extensa (dos largometrajes, tres mediometrajes y un corto), el senegalés Djibril Diop Mambéty es considerado como uno de los directores más importantes del continente africano. ‘Touki Bouki’, dirigida en 1973 y situada en una Senegal post-colonia francesa, abre con un plano de un niño sentado en una res y guiando a un rebaño vacuno, una imagen rural con sonidos tribales de fondo que cambia para dar paso, combinando la subjetividad (incluido el modo copiloto) y el plano general, a una moto con una cráneo de res atado en la parte delantera que sirve como transición para pasar del paisaje rural al urbano con una carretera asfaltada. Entre medio de ambas escenas se muestran una serie de planos bastante sobrecogedores y desagradables de degollamientos y matanzas de reses donde la sangre abunda. Los primeros minutos el filme se adentra en los poblados de Senegal para mostrar el modo de vida que tiene sus habitantes como el comercio en la calle o las mujeres que llevan cubos para llenarlos de agua, todo ello en un ambiente de miseria y de pobreza. Vista esta situación tan poco esperanzadora, Mory y Anta, una joven pareja adolescente, quieren salir del país y comenzar una nueva vida en París, para ello tendrán que conseguir dinero de cualquier modo en una odisea que tiene como objetivo llegar al puerto de Dakar para coger un barco destino a Francia.

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Mambéty aprovecha el argumento para hacer una crítica a un país que apenas había superado los 10 años de independencia, pero que no había mostrado una mejora en la vida de sus habitantes que revela dos mundos distintos y antagónicos: el rural, basado en el pueblo asumido en las tradiciones del lugar donde predomina la penuria, y el urbano, un lugar mucho moderno y rico e influenciado por el capitalismo llegado de occidente. Tradición y modernidad están muy presentes, chocan y se encuentran en varios momentos de la película. A parte de la escena inicial comentada antes, el momento en el que tras robar dinero, ropa y un coche a un señor de clase alta vuelven disfrazados de ricos a su poblado, donde son recibidos con alabanzas y bailes tribales, o el diálogo entre un profesor y una profesora franceses en Dakar burlándose de la cultura y el grado intelectual de los senegaleses y del arte africano en general, son otras escenas destacadas referentes a esa dualidad opuesta.

La influencia de la Nouvelle Vague francesa con directores como Jean Rouch con sus filmes antropológicos que tratan el colonialismo y las tradiciones de diferentes zonas de África es evidente, destacando por la renovación de la imagen y la narración. Mambéty, con su estilo propio, hace uso del montaje para presentar imágenes (algunas aleatorias y que rompen con una narración habitual) que sirven de metáfora, pero unidas unas con otras forman un discurso. Pero el filme no únicamente se basa en la imagen, el sonido, con melodías hechas con instrumentos de percusión como tambores y flautas, y canciones francesas como ‘Paris, Paris’ de Joséphine Baker, que se repite varias veces, también tiene una gran importancia en el desarrollo e idea de la película. ‘Touki Bouki’ es una película comprometida y reivindicativa, una propuesta radical para hablar de un modo poco convencional de la situación que Senegal vivía en la época.

Sergio Montesinos


Tagged: Djibril Diop Mambéty

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